Gran Turismo | Crítica

El logro de unir un videojuego y una historia real

David Harbour, en una escena de 'Gran Turismo'.

David Harbour, en una escena de 'Gran Turismo'. / D. S.

Como sus millones de fans saben Gran turismo es una serie japonesa de juegos de simulación de carreras desarrollado por Polyphony Digital -ligada a Sony Computer Entertainment- que se convirtió en el más vendido para los sistemas PlayStation. Lo creó Kazunori Yamauchi fundiendo sus dos profesiones como piloto de carreras y diseñador de videojuegos.

Convertir en una película este videojuego no es tarea fácil dado que su éxito se debe a su capacidad para hacer sentir a sus usuarios las sensaciones de un conductor de carreras y desarrollar habilidades para competir en la simulación. Justo lo contrario del cine, que es sentarse en una butaca para ver proyectada una acción en la que solo se participa emocionalmente. Sin embargo, se ha conseguido, lo que no es un logro menor.

El guión escrito a diez manos por los expertos en éxitos Jason Hall (El francotirador), Jon y Eric Hoeber (Megalodon 1 y 2), Zach Baylin (El método Williams) y Will Dunn logra esta fusión al basarse en la historia real de un joven que gracias a las habilidades desarrolladas con el juego y tras un duro entrenamiento se convirtió en piloto profesional. Ya está dado el paso del videojuego a la película, ya hay una historia que contar -además con el sello de basada en una historia real- y que los una. Esto diferencia para bien esta película de otras basadas en videojuegos: el juego y sus personajes no son su argumento, sino como uno de sus usuarios logra convertir la simulación en realidad lo que le permite crear a la vez una historia de superación y un gran espectáculo de carreras de coches que ofrece a los espectadores desinteresados o desconocedores del videojuego un muy buen entretenimiento con una sólida historia bien contada e interpretada, y a sus fans las técnicamente perfectas escenas de carreras con el importante añadido de ofrecerles el gustoso plato del sueño cumplido del jugador convertido en piloto que cambia los mandos de la PlayStation por el volante. Lo que, de alguna manera, reconduce la película a su origen: la doble personalidad como piloto de carreras y diseñador de videojuegos del creador de Gran Turismo.

Si el guión es un acierto, mayor aún es que lo haya dirigido el sudafricano Neil Blomkamp, acreditado por la excelente Distrito 9 (2009) y la interesante Elysium (2013) que con esta película se recupera de un largo bache de fracasos. Que su terreno fundamental sea la ciencia ficción y que haya demostrado en sus mejores momentos una gran capacidad para dotar de realismo a las historias sin para ello sacrificar la fuerza visionaria de las imágenes tiene mucho que ver con la habilidad con la que en esta película une la fascinación del videojuego en las espectaculares escenas de carreras y la historia real de superación y triunfo.

Las muy buenas interpretaciones de David Harbour, Orlando Bloom y Archie Madewke refuerzan la credibilidad de los personajes y con ello la solidez de la historia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios