LA MONJA 2 | CRÍTICA

El retorno de Irene y Valak

Un clip del largometraje.

Un clip del largometraje. / M. G.

La monja 2 existe porque La monja (2018) tuvo éxito, convirtiéndose en el título más taquillero de la saga The Conjuring dedicada a los casos del matrimonio Warren, expertos en ocultismo. Es lo lógico, y por ello lo frecuente en cine, que los éxitos se expriman. Pero siempre se agradece que se añada algo al título que estrujan. No vamos a pedir que cada continuación/explotación de un éxito anterior sea El Padrino II, por supuesto, pero sí que se haga un esfuerzo por ofrecer algo nuevo a la vez que exprime el taquillazo anterior. 

La monja ofrecía un catálogo difícilmente superable de disparates que incluían al demonio Valak y su pasión por convertirse en monja, monjas endemoniadas y zombies, una antigua maldición que afectaba a un convento rumano edificado sobre los restos de un castillo cuyo señor era dado a juegos peligrosos con las fuerzas diabólicas. Difícil ir más allá- Sobre todo si se cambia la patria de Vlad el Empalador y Drácula por la cartesiana Francia, donde esta vez reaparece el diablo monjil para enfrentarse a los enemigos que la derrotaron en Rumanía, con la hermana Irene (Taissa Farmiga) al frente.

En este catálogo de sustos de tren de la bruja (con la megafonía a tope) se ha volcado todo el fondo de armario de inspiración gótica y religiosa, entendiendo la religión por supuesto como un polvoriento y telarañoso cúmulo de chifladuras (sangre de Cristo incluida) que ya solo tienen interés para los que aún sienten nostalgia de Jiménez del Oso, el Retorno de los brujos de Pauwels y Bergier o Carlos Jesús. Y se creen cuanto afirmaron los Warren y el cine va contando casi a ritmo de una película por año en la última década, desde la inicial Expediente Warren: The Conjuring de James Wan allá por 2013, haciendo cierto lo que dijo Chesterton: lo peor de quienes no creen en Dios no es que no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en cualquier cosa.

Dirige esta secuela, relevando a Corin Hardy que tras La monja se ha dedicado a la televisión, Michael Chaves, hombre de confianza de la casa cuya filmografía incluye La Llorona y Expediente Warren: Obligado por el demonio.  

    

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