Tomar por costumbre las persecuciones no tiene nombre. En Catar los goles sonarán todos a traición y vergüenza.

Si los medios levantaran la vista de Madrid, el homenaje de Sevilla a Saramago habría sido justamente noticia nacional.

A ver quién concilia en su nombre y si así entiende algo. Siempre hay tiempo. Hasta para haberse callado. O no.

Somos responsables, todos, de haber abandonado la ambición de ser élite: moral, humanística.

Si la literatura pone orden en el caos de la vida, Grandes y Martínez Reverte vinieron a reclamar la vida en la palabra.

Juan XXIII, el barrio que recuerda al Papa en cuya tumba siempre hay flores, tiene hoy un santoral laico.

Imponer un modelo supone borrar al resto. Anularlos. Sólo nos faltaba que Gladiator no hablara inglés.

Para saber quién es un héroe no hay más que mirar a ras del suelo, y no solamente a los pedestales.

La hipocresía es una inversión segura para según qué morales. La ley del embudo que no hay quien la derogue, vaya.

Formica no fue antifranquista, vayamos a equivocarnos, pero desde las costuras del régimen hizo la vida más llevadera.