19762 - Solos y conectados | Crítica de danza

Una metáfora perfecta de la sociedad actual

Una de las bailarinas, sujeta mediante cadenas al carrusel del mundo.

Una de las bailarinas, sujeta mediante cadenas al carrusel del mundo. / Corinna Rosteck

Entre el público habitual, un gran número de profesionales de la danza contemporánea se dio cita anoche en un espacio tan singular como la chácena del Teatro Central. El motivo no era otro que la presentación en Sevilla del último y más ambicioso trabajo de Candela Capitán.

Formada en el centro de creación que dirige en Cádiz Pablo Fornell, y más tarde en Sevilla, esta joven creadora, nacida en 1996, es una de las decenas de bailarinas -y bailarines- que han tenido que marcharse, debido a la fragilidad del tejido andaluz de la danza contemporánea, primero a Barcelona y luego a distintos puntos de Europa.

Tras llevar a cabo varias performances interpretadas casi siempre por ella misma, 19762. Solos y conectados, la primera pieza de larga duración que realiza la bailarina y coreógrafa andaluza, fue la encargada de inaugurar, en junio de 2022, la pasada edición de la Documenta de Kassel, una muestra quinquenal reputada como una de las más importantes del mundo en cuanto a arte contemporáneo se refiere.

Junto al enigmático número, tal vez el elegido para designar a un individuo en cualquier película sobre un futuro dominado por la robótica, Solos y conectados es el título perfecto para un concepto absolutamente claro: el de unos cuerpos uniformes que siguen un mismo canon de belleza y que están aislados, dentro de un mundo en el que todos lo saben todo de todos gracias a las redes sociales.

La metáfora, evidente y eficacísima, está aquí servida gracias a un enorme carrusel formado por seis brazos o trust de los que cuelgan, perfectamente equidistantes, seis artilugios que aprisionan a los seis bailarines y bailarinas del Tanz Kassel.

Seis personajes uniformados con trajes futuribles, gafas oscuras y altos tacones, que se ven obligados a someterse al ritmo que les marcan ‘desde otro lugar’ y según una potente banda sonora que se convierte en otro de los elementos centrales de la pieza.

Sin embargo, tras un larguísimo comienzo, la performance deviene danza en la última parte, cuando los cuerpos, en principio abocados a girar como burros de noria en el sentido de las agujas del reloj, se rebelan buscando distintas direcciones, incluso en vertical, cabeza abajo, introduciendo un cierto carácter lúdico en esa pequeña libertad, o persiguiendo el encuentro con el individuo de delante o de detrás para sentir -y hacernos sentir- la ilusión de que aún pueden -podemos- volar unidos, aunque sea en el vacío como hacen los paracaidistas en el aire, antes de volver a la individualidad.

Un interesante trabajo que hoy sábado se repite a las 12:00 en lugar de en su horario habitual para no coincidir en la Cartuja con los miles de aficionados al fútbol que esta noche acudirán al Estadio Olímpico.

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