Sueños esféricos

Juan Antonio Solís

jasolis@diariodesevilla.es

El centro, esa enorme 'fan zone'

El aluvión de hinchas que copan los pisos turísticos no tienen la culpa de este escenario

Ahora que el sevillano de a pie, el mismo que dio la cara por los bares y restaurantes en el bienio negro de la pandemia, no sabe si puede poner el codo en una barra o si puede pedirse su conchita de ensaladilla de toda la vida o no, resulta que el fútbol echa más gasolina al fuego. Hablamos de un fuego no menor, que la migración de sevillanos de intramuros a los barrios perimetrales o al Aljarafe es una constante clamorosa.

Entre el aluvión de partidos europeos que ha acogido el Ramón Sánchez-Pizjuán desde hace dos décadas y los que ya alberga el Benito Villamarín en sus últimas temporadas, más el matrimonio de conveniencia entre la RFEF y la Junta para darle vida a ese mausoleo que llegó a ser La Cartuja, resulta que el reguero de hinchas ataviados con coloridas camisetas se ha convertido en un elemento del paisaje urbano tan familiar para el sevillano como los naranjos en flor o esos espantosos buses de dos plantas que emiten una pestilente y tóxica humareda por las arterias del casco antiguo.

El problema no es que ese aluvión de aficionados que hormiguean por la ciudad, y en muchos casos descubren sus excelencias, alienten la proliferación de pisos turísticos. Ellos son los simples beneficiarios de un plan mal parido. El problema radica en que los políticos no sean capaces de trazar una alternativa sólida y eficaz para que esa fantástica noticia que es la periódica y casi siempre pacífica invasión haga capilaridad más allá de la ronda histórica y que no azuce esa sorda expulsión del ciudadano de los barrios del centro.

Viendo a los festivos grupos de osasunistas y madridistas por Mateos Gago, las Setas o la Alameda, sudorosos pero ufanos en las puertas de las impersonales franquicias que no paran de abrir, uno no puede más que pensar en que estamos desaprovechando la oportunidad que el fútbol brinda para promocionar y generar riqueza sin renunciar a nuestra esencia urbana. La que da codazos en las barras.

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