Sueños esféricos

Juan Antonio Solís

jasolis@diariodesevilla.es

Luis Suárez, genial con la pelota y en las ondas

La leyenda gallega vio ese finísimo hilo conductor que une el fútbol por encima de las épocas

NO por natural es menos triste la muerte de Luis Suárez. Precisamente por la frescura y modernidad de sus comentarios en el Carrusel Deportivo de la SER, por su agudísimo encaje en ese formato ágil y desenfadado, al tiempo que enjundioso, a veces nos olvidábamos de que este personaje irrepetible tenía ya 88 primaveras como 88 soles. Hablaba con tal espontaneidad y con un verbo tan rotundo, tan lejos la voz quebrada o arenosa, tan lejos la dicción pastosa, que quién diría que esta leyenda de las de verdad, de las que no alquila el término con impostura, fue el Zidane de los años cincuenta. Como suena.

Me gusta el soniquete del transistor mientras cocino, dibujo o escribo en el ordenador y, como un enamorado del deporte que soy, más aún me gusta los fines de semana bajo el fragor de la Liga alternando con la Fórmula 1 y un torneo de Grand Slam. A veces el soniquete se diluye en una suerte de música de fondo, pero cuando estaba al otro lado del teléfono, desde su casa de Milan Luis Suárez, “don Luis”, como le llamaba Dani Garrido, el dedo índice y el pulgar se iban solos a la ruedecilla para subir el volumen.

Que este coruñés con aspecto de españolito de los que salían caminando por la Gran Vía en el Nodo aprendiera a interpretar y jugar un fútbol tan distinto al actual, desde el físico a la táctica, desde los balones a los terrenos de juego, desde el entorno mediático al músculo empresarial, no le privó de ser un visionario en las ondas hasta los últimos días de su vida.

Hay un hilo conductor de este deporte que está por encima de las épocas y las modas. Es muy, muy fino ese hilo y hay que tener una vista agudísima para verlo tendido en el cielo como si se tratara del cable de una tirolina. Y este ídolo, con su particular acento de gallego de Milán, o de milanés de La Coruña, ha conservado su vista de halcón para impartir con la lengua el mismo magisterio que con los pies. Que la tierra te sea leve, leyenda.

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