La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La mano del nazareno del Valle

De esto, no de otra cosa, va nuestra Semana Santa: Dios tendiendo su mano para salvarnos

Dios ha oído la súplica del salmo: ‘no te olvides de los desgraciados, Señor, y extiende la mano’. Y responde. Sale el Señor con la Cruz al Hombro, el del gesto más emocionante. Sólo por lo que expresa esta mano tendida de un Dios que sale al encuentro, se justificaría teológica y devocionalmente toda la Semana Santa de Sevilla”. Lo escribí en mi pregón de la Semana Santa. Lo sigo pensando y sintiendo 28 años después. Esta imagen y el mundo que a su alrededor se ha creado son fruto de la excelencia de los artistas y del instinto de los cofrades, unidos a través de los siglos.

En el primer tercio del siglo XVII un gran y desconocido imaginero esculpió esta imagen extraordinaria por encargo de una hermandad nacida a finales del siglo XVI por la fusión de dos corporaciones del XV. En 1881 Teresa del Castillo bordó la túnica del Señor. En 1890 se estrenó el extraordinario paso de la calle de la Amargura. En 1909, con motivo de la reordenación del misterio, quizás por idea de Joaquín Bilbao, quizás por inspiración de un cofrade, se extendió el brazo derecho del Señor, que antes sujetaba la cruz con ambas manos, hacia la Verónica y las Santas Mujeres. Y todo quedó ultimado. Para siempre, que esta Hermandad es consciente de que cuando lo formal se pone con tan conmovedora perfección al servicio de lo devocional nada se debe añadir o cambiar, solo seguir el “¡No le toques ya más!” de Juan Ramón que por desgracia no todas las hermandades obedecen.

Sí, esta es la Semana Santa de Sevilla: Dios Hijo humanado tendiendo la mano para salvarnos como Dios Padre la tiende en la Sixtina para crearnos. No hay más. Esto es todo. La mano de Dios tendida hacia la nuestra. Para levantarnos cuando caemos, esperar cuando desesperamos, sentir su tacto cálido, humano, de hombre que sufre como nosotros, de Dios que sufre con nosotros y por nosotros. Y nuestra mano tendida hacia la suya para divinizarnos en el admirable intercambio que se proclama en la antífona de la liturgia de las horas del tiempo de Navidad e Ireneo de Lyon expresó como si contemplara al Nazareno del Valle tendiéndonos la mano: “El Verbo de Dios, Jesucristo Señor nuestro, por su sobreabundante amor se ha hecho aquello que somos nosotros, para hacer de nosotros aquello que él mismo es”. De esto, no de otras cosas, va nuestra Semana Santa que esta imagen, hoy en besamanos, resume y representa teológica y devocionalmente.

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