Desde que el alcalde Espadas pegó la espantá de la ciudad a la que prometió consagrarse para medrar en la Secretaría General del PSOE de Andalucía, Juan Carlos Cabrera, delegado de Movilidad en el Ayuntamiento, se perfilaba como su lógico sucesor. Pero ante la indecisión de Espadas, que ni dimite ni se hace cargo de sus responsabilidades, nadando y guardando la ropa y sin atreverse a dar un paso no vaya a ser que el cochino le salga mal capado, al ilusionado Cabrera le han crecido los enanos: también se postula a la Alcaldía Antonio Muñoz, delegado de Hábitat Urbano, e incluso Juan Manuel Flores, delegado de Bienestar Social, pretende adelantarse a ambos aprovechando el barullo. Como buenos corsarios que quieren arrogarse el botín del galeón de la flota del Rey, el triplete atacante, Juan Carlos, Antonio y Juan Manuel, se muestran amigables ante la prensa, ja, ja, ji, ji, mientras que por lo bajini se reparten estopa para trincar la vara del primer edil. Todo sea por engrandecer cada uno sus respectivos egos mientras que Sevilla, ante la ausencia de su alcalde y las vendettas internas, se va irremisiblemente a la deriva.